Es fundamental conocer cuáles son los alimentos o sustancias que debo evitar y cuales debo introducir en mi alimentación para optimizar la salud de mi intestino, y con ella, una evolución positiva y favorable en mi enfermedad.
Tener un intestino enfermo es un factor que nos puede predisponer a padecer otras enfermedades además de la que ya tenemos.
Cambiar ciertos hábitos alimenticios nos proporcionará bienestar y satisfacción.
Cuando nos diagnostican una enfermedad crónica, el mensaje que a veces los especialistas transmiten es muy claro, “tu enfermedad no tiene cura”, “te tocará vivir el resto de tu vida con ella y la única alternativa que tienes es aceptarlo”. Pero realmente si tenemos otra alternativa, y esta es el enfoque que cada uno le demos a la evolución de nuestra enfermedad. Podemos hacer muchas cosas por nosotros mismo y por una evolución positiva y por ganar en calidad de vida a diario. Y entre las muchas cosas que podemos hacer por nosotros mismos y por nuestra salud, es alimentarnos de una forma sabia y coherente. Conocer qué alimentos son buenos para mí, cuales dañan mi organismo y conocer el porqué. Podemos construir nuestro propio camino hacia una mejor salud y mayor bienestar dentro de lo que ya nos ha tocado.
Debemos, alejarnos de todo aquello que pueda aumentar cualquier proceso inflamatorio en nuestro organismo y ayudar a que éste se encuentre fuerte, sano e hidratado. Y así, cuando lleguen estímulos o situaciones externas a nosotros que puedan empeorar el estado de nuestra enfermedad, nuestro cuerpo esté preparado y reciba esa “mala racha” de una forma diferente, más protegido y preparado. Y así, el brote de la enfermedad sea más leve y dure menos.